Apunto de jubilarse en junio, María Esperanza Lozano, trabajadora social del CSM del Antiguo, ha estado estrechamente vinculada al proyecto terapéutico de Hernani desde su origen.
«Lo que ahora es Karabeleko fue en 1989 el primer recurso sociocomunitario de nuestra comarca»
¿Cuál fue el origen del invernadero terapéutico de Hernani?
En 1982 se abrieron los primeros Módulos Psicosociales dependientes de la Diputación, y yo empecé a trabajar en el del Antiguo en 1983. Más tarde, los CSM fueron integrados en Osakidetza. En 1983 no había nada más en Gipuzkoa; ni recursos ni asociaciones, solo la unidad de psiquiatría de agudos y los hospitales psiquiátricos. En 1984 el CSM de Zarautz creó un invernadero terapéutico bajo el paraguas de su ayuntamiento. Posteriormente, con el apoyo de Hernani y Lasarte, se intentó abrir otro comarcal en Lasarte, pero no cuajó, aunque pronto se consolidó una alternativa en Hernani. Así, en 1989 arrancamos el proyecto, que se convirtió en el primer recurso comunitario de la comarca. Aquel espacio es donde está ahora Karabeleko. Yo estuve muy involucrada; iba todas las semanas y ayudamos a formar a los primeros monitores. Fue muy importante el apoyo de la asociación de personas con discapacidad de Hernani, Aurrera.
¿Cómo fueron las reuniones para poner en marcha Agifes?
Recuerdo los encuentros con madres y padres en una iglesia. Las trabajadoras sociales de los CSM del Antiguo y de Zarautz refrendamos la importancia de contar con una asociación que velara por la creación de recursos y la defensa de los derechos de pacientes y familiares. De hecho, en 1992 Agifes pasó a gestionar el invernadero terapéutico de Hernani, y aunque en 1994 se encargó Katea, el año siguiente volvió a asumirlo Agifes. Hemos querido a este proyecto como a un hijo, por todo lo que ha aportado y por el esfuerzo y cariño que le hemos puesto.
Hemos querido a este proyecto como a un hijo, por todo lo que ha aportado y por todo el esfuerzo y cariño que le hemos puesto.
¿Cómo de importante es lo sociolaboral para la recuperación?
Desde un inicio, nuestro proyecto tenía dos dimensiones: terapéutica/rehabilitadora y ocupacional/prelaboral. Era complicado jurídicamente el tema laboral, pero ahora, ya como empresa, Karabeleko lo ha podido abordar. La atención a personas con trastorno mental es un continuum que requiere un abordaje sociosanitario, y son imprescindibles los recursos comunitarios. Solo así cada paciente puede desarrollar sus capacidades al máximo Además, la coordinación entre agentes es imprescindible, porque si cada uno tira para su lado, acabamos rompiendo al paciente.
A pocos meses de jubilarte, ¿cómo ves ahora Karabeleko?
Es una joya, y lo mejor es que quienes lo utilizan están muy contentos. Mi relación ahora es de derivación y coordinación, y a veces, fuera de lo profesional, como clienta. Tengo mucho cariño a este proyecto, me trae muchísimos recuerdos. Quisiera citar a varias personas que han sido claves en este éxito, como Juan Bautista Biurrarena, de Aurrera, que peleó en el Ayuntamiento de Hernani; Maite Ibarreta, grandísima trabajadora social en Agifes; madres como Isabel Zubillaga, de Hernani, una mujer muy valiosa, ya fallecida, que fue clave en los primeros años; y monitores maravillosos como José Mari y Endika, alma mater que sostuvo el proyecto durante años.