Quienes acostumbren a pasear por La Concha o por playas cercanas seguro que se habrán topado con sus ilustraciones. Ismael Arejula lleva 11 años plasmando sus creaciones en la arena, sobre todo mandalas que le permiten conectar con su sentir más profundo.
«Los mandalas me ayudan a expresarme desde el alma»
¿Cómo llegaste a mostrar tu arte en la playa?
Mi amona me lo inculcó desde pequeño; le gustaba esculpir madera. Tras su muerte, empecé a hacer mi camino y me apeteció trabajar en la playa. Al principio realizaba esculturas de arena, y luego me pasé al dibujo. He ilustrado paisajes, encargos para eventos… pero sobre todo mandalas; es lo que más me llena.
¿Y qué significan tus mandalas?
He pasado por épocas malas que me han conducido a investigar sobre temas como el budismo y su arte. Así conocí los mandalas hechos con sal y arenas de colores sobre tablas en el suelo. Se trata de un arte efímero, porque tras completar la obra, se destruye; y tiene un significado espiritual. El mandala representa un todo; se materializa en círculo tras círculo. Empiezas desde dentro hacia afuera, como la evolución personal, que siempre se produce de adentro hacia afuera. Vas improvisando cada día, y un trocito de tu alma queda grabado en ese momento.
El apoyo que recibo de la asociación, el arte, la huerta y mi hija son claves para mi bienestar emocional.
¿Por eso se destruye al final, porque representa al momento presente?
Sí, y también para evitar el apego a las cosas, la posesividad. Es una forma de liberación del alma y de la mente. Aunque en este caso es la naturaleza, con sus ciclos y mareas, la que destroza la obra. Me representa más.
Pero sí que guardas el recuerdo de tus trabajos a través de fotografías y has publicado un libro, ¿verdad?
Así es. Tenía la idea de recoger mis obras en un libro junto a diversos sentimientos y reflexiones, y fue la educadora Garazi quien más me animó a materializarla.
¿Las actividades artísticas contribuyen a tu salud mental?
La verdad es que cuando no puedo dibujar por exceso de trabajo, me baja el ánimo; no me siento del todo útil. Sobre todo me ayuda el arte en la arena porque tiendo a ser muy solitario, y trabajar en la playa me permite conectar con las personas. Cuanto se me acerca un niño o una señora mayor y me dan las gracias por el dibujo o me sonríen… es muy gratificante.
¿Y la huerta también te ayuda?
Los días que quiero estar solo me voy a la huerta, y me sirve de inspiración. De pequeño, mi abuela me enseñó a plantar algunas hortalizas en tiestos, y ahí despertó mi gusto por la jardinería. Luego trabajé durante una temporada en el campo con mi tío, y estuve un par de años en Karabeleko.
¿Cómo fue tu experiencia en Karabeleko?
Me ayudó mucho. Llegué a Agifes con un diagnóstico de depresión. Pasaba mucho tiempo encerrado en casa o en la huerta, pasando de la vida. Entonces me propusieron entrar en Karabeleko para volver a relacionarme.
Ahora estás en el programa de Apoyo a la Vida Independiente…
Suele venir una educadora a casa a ayudarme con mis rutinas y con trámites que me resultan complicados. El apoyo que recibo de la asociación, el arte, la huerta y mi hija son claves para mi estabilidad emocional.
¿Algún sueño que te gustaría cumplir?
Me encantaría vivir en un caserío rodeado de animales. Es un trabajo duro, pero a mí me relaja y me ayuda a ordenar la mente. Además, sueño con un mundo en el que haya mayor equilibrio entre las personas, los animales y la naturaleza.
___
‘El arte que el mar se llevó…‘, el libro publicado por Ismael, está disponible en la librería Peñuelo de Donostia, o se puede solicitar a través de mensaje directo en la cuenta de Instagram de Ismael: @isarlur13