Amante de los animales, artista de los pies a la cabeza y madre de un joven adulto y de varios perros y gatos. Ana Isabel Martín, conocida por sus amigos como Ani, es multifacética y divertida. Utiliza el arte para pintar todo aquello que le inspira y como herramienta para exteriorizar sus sentimientos
más intensos. Precisamente acaba de exponer su trabajo en la casa de cultura de Loiola (Donostia) junto a varios compañeros de Agifes.

¿Cómo ha sido la experiencia de mostrar públicamente tu obra por primera vez?
Me ha hecho mucha ilusión; ha sido increíble. He presentado siete trabajos junto a otros 11 compañeros de Agifes que también han expuesto sus creaciones. El paisaje y los animales parecen ser los protagonistas de tus trabajos… Sí, son mi fuente de inspiración. Amo a los animales y, a día de hoy,
convivo con dos perras y tres gatos. En uno de los cuadros que expuse aparece Orco, un presa canario muy mimoso, y muy bruto, al que estaba muy unida. Cuando murió quise pintar una galaxia y me salió una cara de pena llorando, además de flores y mariposas. Se lo enseñé al psicólogo y me dijo que reflejaba muchos sentimientos encontrados.

¿Te sirve el arte a la hora de expresar el dolor?
Me ayuda mucho a sacar las emociones más intensas. Cuando batallaba por asumir la muerte de mi hermana y de mi madre, empecé a exteriorizar los demonios internos coloreando el pasillo de mi casa con tonos rojos y naranjas, con pinturas chorreantes, como sangre. Aunque al final acabé tapando todo con una nueva capa de pintura para que no se asustara la hija de la vecina, que solía venir a visitar a los gatos. Cuando salí del hospital en 2015, tras seis meses de ingreso en ‘Agudos’, pinté las paredes de mi casa con poesías y colores… ¡Desde entonces parece un gaztetxe! (se ríe a carcajadas).

¡Seguro que tu casa parece un museo!
La verdad es que está pintada de arriba abajo… No tengo dónde colocar los cuadros, así que todos los bonitos los regalo; sobre todo a mi hermana, que es mi mayor fan.

¿Cuándo empezaste a pintar?
Lo hago desde pequeñita, cuando me viene la inspiración. Y la verdad es que nunca he ido a clases; aprendo sola mirando tutoriales en Youtube y libros de pintura.

Cuando salí del hospital en 2015, tras seis meses de ingreso en ‘Agudos’, pinté las paredes de mi casa con poesías y colores… ¡Desde entonces parece un gaztetxe!

Además del arte, ¿qué te ayuda a mantener tu salud mental?
Sin duda, los perros, que me han obligado a salir de casa cuando no tenía fuerzas ni para levantarme de la cama. Y, por supuesto, Agifes. Para mí lo es todo: una familia, un equipo de amigos… Hace ya siete años que llegué, derivada por el psiquiatra, y seguiré aquí hasta que me echen (ríe).

¿Qué actividades realizas en Agifes?
Participo en el programa de ocio comunitario y me lo paso genial. Hacemos cosas muy chulas: lectura fácil, juegos, visitas, excursiones… La risa está asegurada.

¿Cómo te encuentras a día de hoy?
No hay ni comparación con cómo estaba cuando llegué a la asociación. Para mí Agifes es un motor, me impulsa a salir, a vivir… Me encanta reunirme a diario con todos los amigos de la asociación: nos tomamos un café, nos contamos las cosas, nos reímos… Es un motivo diario para seguir adelante.